miércoles, 19 de enero de 2011

Obreros en la Cocina

Un jueves cualquiera...8:30 de la mañana. ¡DING!¡DONG!¡DING!¡DONG!¡DING!¡DONG!

Ana abre los ojos cansada; se había vuelto a acostar a las tantas... Se levanta sobresaltada y camina hacia la puerta. 
Jana sigue en la cama atontada... una vez más se había quedado dormida. ¡Mierda! Piensa... La p. vecina del 8º otra vez...     (historia que ya os contaremos en otra ocasión).
Ana abre la puerta con cara de pocos amigos acordándose también de la famosa vecina; pero... ¡Sorpresa! Era un hombre quien esperaba esta vez apoyado en el marco de la puerta.
Al oír voces masculinas dentro de la casa, Jana se pone su bata de madre y se levanta corriendo.

El panorama, el siguiente: ¡¡EMERGENCIA EN EL BLOQUE!! Una fuga en una tubería podía reventar e inundar todo el piso de arriba. Necesitaban entrar en casa pues el acceso a la bajante se encontraba en nuestros dominios.
En esos instantes, el destino de la comunidad estaba en nuestras manos. Decidimos dejarles pasar.

Los 2 hombres cargados de herramientas hasta los dientes se abrieron paso hasta la cocina mientras nosotras, estupefactas, despejábamos el que iba a ser su lugar de trabajo; la encimera.
Un envalentonado obrero (de nacionalidad inidentificada) decidió allí encaramarse y tras abrir la ventana y contemplar la fachada interior; con voz profunda y potente gritó "¡Toni! ¡Aquí está el asunto!" Oímos clamar a los obreros victoriosos desde la planta superior.
El segundo obrero, que se había ausentado durante los momentos previos, bajó equipado con material de alta seguridad para arreglar el problema; un arnés de color rojizo, sucio y con aspecto desgastado.
Nos miramos extrañadas. Casi estallamos del ataque de risa al ver como el "Obrerito valiente" comenzaba a ponerse el arnés que claramente no era de su talla en mitad del suelo de nuestra cocina. La cuestión es: ¿qué función desempeñaba el arnés si no estaba sujeto a nada?; pero... es más, ¿para que demonios necesitaba un arnés cuando en todo momento se encontraba bajo el techo de nuestra cocina? ¿Tenía miedo de los riesgos laborales que corría al subirse en una encimera?... Todas estas preguntas cruzaron nuestras mentes en un segundo.
De pronto, una de nuestras dudas quedó resuelta; el otro obrero ató una cuerdecita propia del salto a la comba al arnés y sujetó el otro extremo con desgana.

Aún no podíamos creer lo absurdo de todo aquello cuando nos sorprendió lo mejor, el obrero que sujetaba la cuerda llevaba un plumas Trendy, Trendy!! 
Y ahí va la descripción del modelito:
Lucía un espantoso chaleco color azul brillante relleno de algodón. ¿Que cómo sabíamos de qué estaba relleno? Pues porque a modo de complemento, llevaba un enorme trozo de cinta aislante que pretendía tapar, de manera fallida, un roto que ocupaba media espalda del obrero.

Entre risas decidimos salir de allí e irnos a desayunar al comedor, no sin antes ofrecerles algo de nuestro suculento tentempié. No aceptaron. Uno de ellos estaba demasiado ocupado arreglando el desastre y el otro estaba extasiado "sujetando" la destensada cuerdita.

Tras 20 minutos de arduos esfuerzos e incesante trabajo se despidieron prometiéndonos volver. Jamás regresaron.
Siempre nos quedará la cocina...y el recuerdo de aquél maravilloso despertar.
Fundido en negro.


JANA Y ANA.

1 comentario:

  1. ¡¡Qué bueno, por favor!!
    No he podido parar de reirme según iba leyendo. Yo quiero obreros así xD

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